sábado, 12 de julio de 2008

Mi historia en mis apodos

Durante el transcurso de los 25 años y días de vida que tengo he tenido muchos apodos, algunos no me han gustado, otros me han desagradado completamente pero todos ellos ya son parte de mi vida y de mi historia.

Del primero que según yo recuerdo es el de "periquín". Hay varias versiones; una es porque de bebé me parecía mucho a un hermano de mi abuelo paterno que se llamaba Pedro y pues le decían "Don Perico" (como al Periquillo Sarniento) y de ahí que yo saliera "periquín"; otra versión es la que cuentan mi mamá y mi abuela materna y esa es que según comencé a hablar y a caminar a muy poca edad y yo aprovechando eso pues iba detrás de ellas hablando sin parar y claro sin que se me entendiera tanto así que parecía un perico parlanchín y pues cómo estaba bien pequeño resulte ser "periquín".

En mi paso por la primaria no recuerdo haber tenido un apodo como tal, sólo fui "el hijo de la maestra Toña" y el aplicado de la escuela que se adelanto un año. Pero ya en la secundaría si recuerdo el apodo que marco toda esa etapa de mi vida: "chachín". Así me nombró Jorge un amigo del cual hace mucho no se de él, pero que en esa época era la versión contraria a mí; yo seguía siendo el nerd de la escuela, bajito de estatura, pasado de peso y mínimo un año mas chico que el resto de mis compañeros del salón, por el año que adelante en la primaria. Jorge era el galán, era sino recuerdo mal, dos años mayor y a él la pubertad y las hormonas lo habían tratado bien, fue novio de las chavas mas guapas de la escuela y todas las chavas del salón soñaban con él. "Chachín" al principio no me gusto nada, porque ponía en evidencia mi "desventaja" hacia los demás compañeros porque era el "niño pequeño". Además en mi casa sonaban otros apodos, como el de "gordo" y uno que me puso mi prima Lupita (ahora ya tiene 18 años), pero cuando recién comenzaba a hablar y a intentar decir nuestros nombres a mí me decía "ichac" o simplemete "chac", apodo que todavía me sigue acompañando hasta hoy pero ya no con tanta frecuencia.

Terminó la secundaria y dí el salto a la prepa, en donde por tradición a todos los hombres cuando somos de nuevo ingreso nos rapan y todos somos conocidos como "los pelones". Hubo una época en León donde ser un "pelón" de la prepa oficial era un orgullo para toda la familia, debido a la poca oferta educativa que había y por lo tanto lo que significaba poder ingresar y tener una oportunidad de continuar dentro de la Universidad de Guanajuato; desgraciadamente en mi época de preparatoriano ya no era así, sino todo lo cotrario, entrar a la prepa oficial y que te raparan era de locos. También como protocolo cada semestre se hace una fiesta de bienvenida a "los pelones" y en la de mi semestre de ingreso los carteles de la fiesta que se pegaron por toda la escuela tenían la imagen de la cabeza rapada de un tipo vista desde atrás y con el letrero de "Bienvenidos pelonchas". Fue que "el Güero", quien sería uno de mis grandes amigos de esa época y al cual también ya le perdí la pista, el que, no se basado en que cosas, dedujo que mi cabeza rapada era igual a la del "pelonchas" del cartel de la fiesta de bienvenida; y sí... desde ese día fui "el pelonchas", a pesar que todos teníamos la cabeza rapada sólo yo era "el pelonchas". En ese entonces la pubertad y las hormonas comienzan a hacer su trabajo y deje de ser bajito y gordo, aunque yo me sentía igual y de esto me dí cuenta hasta hace poco cuando revisaba un álbum de fotos que tenía un retrato mío de esa época en donde me veo y estaba delgado, pero en mis recuerdos me identifico como "el gordo". Debo admitir que ver una imagen de mi la cual no concuerda con la imagen mental que yo tenía fue bastante fuerte.

En fin terminó la preparatoria y pasé a la universidad, al Tec. de León y ahí realmente no tuve apodos, esa época sin embargo la considero media oscura en mi vida, porque fue en donde salí de un mundo y entre a otro en donde algunas personas que conocí fueron falsas y en donde sufrí mi primera desilución amorosa fuerte, de esas que pegan duro y dejan marca. Fue entonces que decidí cambiarme de ciudad y terminar la carrera en otro Tec. y elegí el de Querétaro, en parte por la fascinación que me causa esa ciudad y por la facilidad de tener familiares ahí. Igual pasé tiempo sin tener ningún apodo, hasta que poco tiempo antes de dejar esa ciudad, recibí el apodo de "el chino" por el cabello rizado y largo que deje crecer como un tipo de rebeldía adolescente atrasada y que me distinguió bastante en el ambiente formal de mi ex trabajo. La verdad que no se a quién atribuirle a ciencia cierta ese apodo, pero puedo limitarlo a Teren, Tania y Daniela, alguna de ellas tres o las tres en conjunto.

Ahora que estoy en Guadalajara, no me han puesto apodo alguno aún, mas que las clásicas observaciones de las que soy objetivo cuando llego a grupos de personas y lugares nuevos como la de "eres muy serio", "siempre estas callado", "eres muy seco", y cosas por el estilo, debido a mi manera "reservada" de comportarme, en fin ya veremos si acá también me ponen apodo. Pero el caso es que lo que he querido expresar con esta historia se centra en algo que no me he podido responder y es que los apodos son de ley y sí los acepto y como esas observaciones que hacen de mi las personas a mi al rededor pues sí me describen o al menos describen una parte, pero no me definen entonces me sigue quedando la duda sobre qué es lo que soy y sobre quién soy.