miércoles, 8 de abril de 2015

La Tormenta, el Centinela y el Síndrome del Vigía.

[EZLN] La Tormenta, el Centinela y el Síndrome del Vigía.

La página de Enlace Zapatista sufrió un ataque DDOS justo en los días previos a los homenajes al compañero Galeano y a Luis Villoro Toranzo y en pleno registro de asistentes al seminario "El pensamiento crítico frente a la hidra capitalista", convocados por el EZ.

 En el comunicado titulado "La Tormenta, el Centinela y el Síndrome del Vigía" se detallaban los por menores del seminario y se proporcionaban los formatos de registro para el mismo.

Aquí a continuación el comunicado y los enlaces a los formatos. (Tomados de sitio de Radio Chirimia)

[EZLN] La Tormenta, el Centinela y el Síndrome del Vigía.

¿Querid@s? amig@s y enemig@s: err… bue… resulta que… es decir… ¿recuerdan que al final del texto del 19 de marzo 2015, “Sobre Homenaje y Seminario”, les pusimos que la organización del seminario era un desmadre? Bueno, pues nosotr@s cumplimos lo que prometemos: la dirección electrónica a la que están mandando sus datos de registro está mal, no es ésa, es errónea, etc. La dirección correcta es seminario.pensamientocritico15@gmail.com Ok, ok, ok, Va en mi cuenta. Atentamente: yo merengues.
Formatos para registro al Seminario “El pensamiento crítico frente a la hidra capitalista“.

Abril del 2015.
A loas compañeroas de la Sexta:
A loas interesadoas:
Aunque no lo parezca, ésta es una invitación… ¿o un reto?
Si usted es adherente a la Sexta, si usted es de un medio libre, autónomo, alternativo, independiente o como se diga, si usted está interesado en el pensamiento crítico, entonces tome como suya esta invitación al Seminario “El Pensamiento Crítico frente a la Hidra Capitalista”. Si, además de aceptar la invitación, quiere asistir, por favor siga este link: http://enlacezapatista.ezln.org.mx/registro-al-seminario-de-reflexion-y-analisis-el-pensamiento-critico-frente-a-la-hidra-capitalista/
Si usted ha sido invitada, invitado, invitadoa como ponente, una misiva parecida a ésta le llegará por el mismo medio en que se le contactó. La diferencia estriba en que la carta invitación a ponentes tiene una “cláusula secreta”.
Bien, la invitación es, como quien dice, la envoltura.
Dentro, más abajo y a la izquierda, está…
El Reto.
Oh, lo sé. Los clásicos inicios de las reflexiones zapatistas: desconcertantes, anacrónicos, desubicados, absurdos. Como no queriendo, como así nomás, como “ahí les dejamos”, como “ahí lo vean”, como “va en su cuenta”. Como si aventaran una pieza de un rompecabezas y esperaran a que se entendiera que no están describiendo una parte de la realidad, sino que están imaginando la imagen completa. Como que miran el rompecabezas ya completado, con sus figuras y colores cabales, pero con los bordes de las piezas visibles, como señalando que el conjunto lo es gracias a las partes, y, claro, que cada parte adquiere su sentido en su relación con las otras.
Como si la reflexión zapatista emplazara a ver que falta lo que falta, y no sólo lo que hay, lo que se percibe como inmediato.
Algo como lo que hizo Walter Benjamin con el “Angelus Novus” de Paul Klee. Al reflexionar sobre la pintura, Benjamin la “completa”: ve al ángel, pero también ve lo que el ángel ve, ve hacia dónde es arrojado por lo que ve, ve la fuerza que lo agrede, ve la huella brutal. Ve el rompecabezas completado:
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“Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él se muestra a un ángel que parece a punto de alejarse de algo que le tiene paralizado. Sus ojos miran fijamente, tiene la boca abierta y las alas extendidas; así es como uno se imagina al Ángel de la Historia. Su rostro está vuelto hacia el pasado. Donde nosotros percibimos una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única que amontona ruina sobre ruina y la arroja a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado, pero desde el Paraíso sopla un huracán que se enreda en sus alas, y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irresistiblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras los escombros se elevan ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso.” (X, “Tesis sobre filosofía de la historia”)
Entonces es como si nuestras reflexiones fueran un reto, un enigma del Acertijo, un desafío de Mr. Bane, un comodín en las manos del Guasón mientras inquiere “¿Por qué tan serios?”.
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Como si el gato-perro, súper héroe y súper villano, Sherlock y Moriarty, irrumpiera acosando con preguntas: ¿qué miramos?, ¿por qué?, ¿hacia dónde?, ¿desde dónde?, ¿para qué?
Es como si lo pensáramos al mundo, cuestionando su torpe girar, debatiendo su rumbo, desafiando su historia, disputando la racionalidad de sus evidencias.
Es como si, por un momento apenas, fuéramos…
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El Centinela.
Usted puede ver que, por lo regular, en una instalación militar hay puestos en su periferia. Se les llama “Puestos de Observación”, “Puestos de Guardia” o “Puestos del Vigía”. El trabajo de esos puestos es vigilar los alrededores y los accesos al establecimiento, de modo de saber qué o quién se aproxima o se mueve o permanece en los alrededores del lugar. Bien, ese puesto de vigilancia (en los campamentos zapatistas le decimos “la posta”, ignoro la razón; por ejemplo, decimos “te toca la posta a las 0000 hrs”, “el relevo de la posta es a las 1200″, etc.), avisa o advierte al resto de la instalación, y contiene o detiene a quien trata de ingresar sin autorización. Quien ocupa el puesto de observación es el guardia, el vigía, el centinela. Además de observar y estar atento a lo que ocurre, el centinela es quien da la voz de alarma en caso de ataque y frente a cualquier eventualidad.
Según nosotras, nosotros, zapatistas, la reflexión teórica, el pensamiento crítico tiene ese trabajo de centinela. A quien trabaja con el pensamiento analítico, le toca el turno de guardia en el puesto del vigía. Podría extenderme sobre la ubicación de ese puesto en el todo, pero por ahora sólo baste plantear que es una parte también, nada más, pero nada menos. Digo esto por aquellos, aquellas y aquelloas (no olvidar la equidad de género y el reconocimiento de la diversidad) que pretenden:
.- O estar por encima y afuera del todo, como algo aparte, y se esconden detrás de la “imparcialidad”, la “objetividad”, la “neutralidad”. Y dicen que analizan y reflexionan desde la asepsia de un imposible laboratorio materializado en la ciencia, la cátedra, la investigación, el libro, el blog, el credo, el dogma, la consigna.
.- O trastocan su papel de vigías y se adjudican el de nuevos sacerdotes doctrinarios. Siendo apenas centinelas, se comportan como si fueran el cerebro dirigente que muta en tribunal penal a conveniencia. Y desde ahí ordenan lo que debe hacerse, juzgan y absuelven o condenan. Aunque hay que reconocerles que el hecho de que nadie les haga caso, marcadamente la realidad siempre rebelde, no los inhiba de su delirio (etílico, no pocas veces).
El centinela tiene que ver con el puesto del vigía en cuestión. Pero ya volveremos sobre esto en alguna de nuestras intervenciones en el seminario.
Por ahora, baste decir que, abrumado, sobrepasado por la tarea de observación crítica en un mundo tramposamente instantáneo, en su turno en el puesto de guardia, el vigilante puede caer en…
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El Síndrome del Vigía.
Bien, pues resulta que el centinela “agota” su capacidad de vigilancia después de un período.
Este “agotamiento” (al que nosotras, nosotros, zapatistas, llamamos “el síndrome del vigía”) consiste, grosso modo, en que la persona que está en el puesto de vigilancia desarrolla, después de un tiempo de estar de guardia, una especie de “percepción en bucle” o “constancia de la percepción”. Es decir, reproduce en su percepción consciente una y otra vez la misma imagen, como si nada se alterara, o como si los cambios fueran parte de la misma normalidad de la imagen. Tiene que ver, supongo, con algo de percepción visual, pero también con el deseo de que nada altere la rutina. Así, por ejemplo, el vigilante no desea que un peligro aparezca, y ese deseo lo traslada a lo que vigila. “Todo está bien, no va a pasar nada malo”, se repite una y otra vez, y eso se traslada a su valoración de la realidad. Su objetivo es poder entregar un reporte de vigilancia lacónico: “sin novedad”.
Esto que les explico es producto de una observación empírica, no de un estudio científico. A lo largo de años y años de vigilancia, es lo que concluimos de nuestra propia (y reducida) experiencia. Con la persistente duda de si ciencia o usos y costumbres, preguntamos con alguien que sí le sabe a eso de la neurociencia. Nos dijo que el fenómeno existe, aunque no está precisado el mecanismo que lo provoca (antes de que quieran degollarme las distintas corrientes o posiciones en psicología, aclaro que lo único que confirmé es que el fenómeno es real, comprobable). Ahora bien, ¿por qué se da? bueno, ahí véanlo ustedes -sería bueno que, ya en eso, se pongan de acuerdo en cuál es el objeto de conocimiento de la “ciencia” de la psicología-.
Bueno, esa persona nos explicó lo que es la “atención selectiva” y nos mandó un libro de ésos de los de antes (o sea que se entiende lo que explica).
Palabras más, palabras menos, se trata de que sólo atendemos una pequeña parte de lo que vemos en un determinado momento e ignoramos el resto. Bueno, pues ese resto que ignoramos es la “ceguera al cambio” o “ceguera por inatención”. Es como si, al filtrar las partes de la imagen que vemos, nos volviéramos ciegos a lo que no seleccionamos como importante.
Por ahora no desarrollaremos esto, pero, en resumen, el “síndrome del centinela” consiste en que:
a).- No se vigila el todo, sino sólo una parte de ese todo.
b).- Cuando se “cansa”, la guardia no percibe los cambios que se presentan en la zona vigilada porque le son imperceptibles (es decir, no son dignos de atención).
Para contrarrestar eso, usamos varios recursos:
Uno de ellos es la vigilancia no directa, la “visión periférica” o, en término coloquiales, “mirar por el rabillo del ojo”. Esto es que la mirada indirecta permite detectar alteraciones de la rutina. También debe de haber una explicación de esto en la neurociencia, pero creo que nos falta estudio.
Otras formas de solucionar la fatiga del centinela, son: poner dos o más vigías cubriendo el mismo punto; o reducir el tiempo de vigilancia y aumentar la frecuencia del relevo.
Puede y hay otras formas de que la tarea del centinela se cumpla.
Pero lo importante es que hay que estar avizores de cualquier señal de peligro. No se trata entonces de advertir el peligro cuando ya está presente, sino de mirar los indicios, valorarlos, interpretarlos, en suma, pensarlos críticamente.
Por ejemplo: esos nubarrones en el horizonte, ¿significan que viene una lluvia pasajera, cuál es su intensidad, se dirige hacia acá o se aleja?
¿O se trata de algo más grande, más terrible, más destructivo? Si es así, habrá que alertar a tod@s de la inminencia de…
La Tormenta.
Bueno, el asunto es que lo que nosotros, nosotras, zapatistas, miramos y escuchamos es que viene una catástrofe en todos los sentidos, una tormenta.
Pero…, resulta que nosotras, nosotros, zapatistas, también miramos y escuchamos que personas con grandes conocimientos dicen, a veces con su palabra, siempre con su actitud, que todo sigue igual.
Que lo que la realidad nos está presentando, son sólo pequeñas variaciones que no alteran en nada importante el paisaje.
O sea que nosotras, nosotros, zapatistas, vemos una cosa, y ellos ven otra.
Porque vemos que se sigue recurriendo a los mismos métodos de lucha. Se sigue con marchas, reales o virtuales, con elecciones, con encuestas, con mítines. Y, de manera concomitante, surgen y se desarrollan los nuevos parámetros de “éxito”, una especie de aplausómetro que, en el caso de las marchas de protesta, es inverso: mientras más bien portada sea (es decir mientras menos proteste), mayor su éxito. Y se hacen organizaciones partidarias, se trazan planes, estrategias y tácticas, haciendo verdaderos malabares con los conceptos.
Como si fueran equivalentes Estado, Gobierno y Administración.
Como si el Estado fuera el mismo, como si tuviera las mismas funciones de hace 20, 40, 100 años.
Como si el sistema fuera también el mismo y mismas las formas de sometimiento, de destrucción. O, para ponerlo en términos de la Sexta: las mismas formas de explotación, represión, discriminación y despojo.
Como si allá arriba el Poder hubiera mantenido invariable su funcionamiento.
Como si la hidra no hubiera regenerado sus múltiples cabezas.
Entonces pensamos que en nosotros o en ellos, hay el “síndrome del centinela”.
Y nosotros, nosotras, zapatistas, miramos de reojo esos movimientos en la realidad. Ponemos entonces más atención, subimos a lo alto de la ceiba para tratar de ver más lejos, no lo que pasó, sino lo que viene.
Bueno, pues lo que vemos no es nada bueno.
Vemos que viene algo terrible, más destructivo si posible fuera.
Pero otra vez vemos que quienes piensan y analizan nada dicen de eso. Siguen repitiendo lo de hace 20 años, 40 años, un siglo.
Y vemos que organizaciones, grupos, colectivos, personas, siguen en lo mismo, presentando falsas opciones excluyentes, juzgando y condenando a lo otro, a lo diferente.
Y más: despreciándonos por lo que decimos que vemos.
Entonces, pues ya ve usted, somos zapatistas. Y eso quiere decir muchas cosas, tantas que en los diccionarios de su lengua de usted no existen palabras para eso.
Pero también quiere decir que siempre pensamos que podemos estar equivocados. Que tal vez todo sigue sin cambios fundamentales. Que tal vez el Mandón sigue mandando igual que hace décadas, siglos, milenios. Que puede ser que lo que viene no es algo grave, sino apenas una descompensación, un reacomodo de ésos que ni la pena valen.
Entonces o nada de pensamiento, de análisis, de teoría, o lo mismo de siempre antes.
Entonces nosotros, nosotras, zapatistas, pensamos que tenemos que preguntar a otros, a otras, a otroas, de otros calendarios, de geografías distintas, qué es lo que ven.
Creo que es como cuando a un enfermo le dicen que sí, que ya está muy grave, o sea que “está cabrón”, decimos acá. Y entonces pues, como quien dice, hay que buscar una segunda opinión.
Entonces decimos que está fallando el pensamiento, la teoría. Sea que falla la nuestra, sea que fallan los otros pensamientos. O tal vez fallan los dos.
Entonces, pues somos desconfiados, desconfiadas, como de por sí. Pero sí un poco lo confiamos las compañeras, compañeros y compañeroas de la Sexta. Pero bien sabemos que el mundo es muy grande, y que hay otros, otras, otroas, que también le hacen a eso de pensar, analizar, mirar.
Entonces pensamos que necesitamos pensarlo al mundo, y también pensar así su calendario y su geografía de cada quien.
Y pensamos que más mejor si hacemos ahora sí que como un intercambio de pensamientos. No como se dice un intercambio de mercancías, como en el capitalismo, sino como si dijéramos que echemos trato de que yo te lo digo mi pensamiento y tú me lo dices el tuyo. O sea como una reunión de pensamientos.
Pero entonces no pensamos que es una reunión así nomás, sino que tiene que ser grande, muy grande, mundial se dice.
Y, bueno, nosotros, nosotras, zapatistas, no conocemos mucho. Si acaso y batallando, algo lo sabemos de nuestroas compañeroas, compañeras y compañeros de la Sexta.
Entonces vemos que a esas reuniones de pensamientos en algunas partes les dicen “seminarios”, creemos que porque “seminario” quiere decir “semillero” o sea que ahí se hacen semillas que a veces rápido crían y a veces tardan.
Y entonces decimos que hagamos un semillero de ideas, de análisis, de pensamientos críticos de cómo está actualmente eso del sistema capitalista.
Entonces el seminario o semillero no es un sólo lugar ni en un sólo tiempo. Sino que tarda y es en muchas partes.
Y entonces pues por eso decimos que es dislocado, o sea que no todo en un sólo lugar, sino que muchas partes y en muchos lados. Y decimos que es mundial, bueno, pues porque en todos los mundos hay pensamientos críticos, que se están preguntando qué pasa, por qué, qué hacemos, cómo, y esas cosas que se piensan en la teoría.
Pero entonces, pensamos, en algún lado empieza y en un tiempo.
Entonces, pues, empieza en un lugar ese semillero colectivo, y ese lugar es en un caracol zapatista. ¿Por qué? Bueno porque acá los pueblos zapatistas lo usamos el caracol para alertar y para llamar al colectivo.
Así que, por ejemplo, si hay un problema de la comunidad, o un asunto que hay que resolver, pues se toca el caracol y ya todo el pueblo sabe que hay reunión del colectivo para que el pensamiento hable su palabra.
O para ver cómo hacemos para resistir.
Así que digamos que el caracol es uno de los instrumentos del centinela. Con él avisa que hay un peligro.
Entonces el lugar es, pues, un caracol zapatista: el caracol de Oventik, montañas del sureste mexicano, Chiapas, México.
Y la fecha del inicio es el 3 de mayo. ¿Por qué el 3 de mayo?
Bueno, en nuestros pueblos es el día de la siembra, de la fertilidad, de la cosecha, de la semilla. Es el día de la Santa Cruz.
En los pueblos se acostumbra sembrar una cruz en donde nace el río, el arroyo o el manantial que le da vida al poblado. Así es como se señala que ese lugar es sagrado. Y es sagrado porque el agua es la que da la vida. Entonces el 3 de mayo es el día de pedir el agua para la siembra y la buena cosecha. Van entonces los pobladores a donde nace el agua a darle ofrendas. O sea que como que le hablan al agua, le dan sus flores, le dan su taza de atole, su incienso, su caldo de pollo sin sal. En otros pueblos le dan una copita de trago, pero en los pueblos zapatistas está prohibido el alcohol y entonces le dan refresco al agua. El caldo de pollo que se le da al agua es sin sal, para que no se seca el agua. Al mismo tiempo que están en esa ceremonia de ofrenda, tocan música y empiezan la bailadera tod@s, niñ@s, joven@s, ancian@s. Ya cuando termina la ofrenda, empieza la convivencia del pueblo. Se reparten la comida que llevan: atole agrio, pollo, frijol, calabaza. Todo lo que es comida, ahí lo comen en colectivo, junto al nacimiento del agua. Ya terminado eso, regresan en sus casas. Y ya por pura alegría, le siguen a la bailadera en el pueblo y comen en común y toman café con pan. También hay compas zapatistas que son albañiles, y entonces también lo celebran y cuentan que hacen una cruz de cualquier madera que encuentran y la ponen cuando empiezan la construcción. Dicen que porque es su responsabilidad del trabajador. O sea que el trabajador se hace así responsable de la construcción y le echa ganas para que queda bien, porque va en su cuenta que quede bien.
Entonces pues ya lo sabe usted. Ahí lo vea. Si acepta o no el reto, va en su cuenta.
Ojo: lo que sigue es sólo para ponentes. O sea que sólo va a ir en las invitaciones formales que se les mandan a l@s ponentes. No lo ande usted publicando porque es una…
Cláusula Secreta:
Todo esto es para que usted entienda, como quien dice, el contexto del seminario.
¿Qué esperamos de usted?
Pues que entienda que vienen personas de muy lejos, que hacen el sacrificio de su paga y su tiempo para llegar a escuchar lo que usted va a exponer.
No vienen por ocio, ni porque vayan a ganar algo. No vienen por moda o ignorancia. Vienen porque tal vez ven esos nubarrones en sus horizontes, porque las lluvias y vientos ya los azotan, porque el hambre de tratar de entender no se sacia, porque sienten que la tormenta se acerca.
Así como nosotros, nosotras, zapatista, le respetamos a usted, así le pedimos que respete a esas personas. Habrá un@ que otr@ colad@, pero la mayoría son nuestr@s compas. Son personas que viven y mueren luchando, sin que nadie, como no seamos nosotros, nosotras, zapatistas, les lleve la cuenta. No hay para ell@s museos, ni estatuas, ni canciones, ni poemas, ni sus nombres están en vagones del metro, calles, colonias. Son nadie, cierto. Y no a pesar de eso, sino precisamente por eso, para nosotras, nosotros, zapatistas, son todo.
Entonces, no se ofenda usted, pero no traiga consignas, dogmas, autos de fe, modas; no repita lo que ya dijeron otros antes o en otro lado; no aliente el pensamiento haragán; no trate de imponer el pensamiento dogmático; no difunda el pensamiento mentiroso.
Le pedimos que traiga su palabra y que ella provoque el pensamiento, la reflexión, la crítica. Le pedimos que prepare su mensaje, que lo afile, que le saque brillo. Que con él honre no a la academia y a sus pares, sino a quien lo recibe, ya sea como sacudida, o como bofetada, o como grito.
La semilla que para este seminario o semillero le pedimos, es la que cuestione, provoque, aliente, impulse a seguir pensando y analizando. Una semilla para que otras semillas escuchen que hay que crecer y lo hagan según su modo, según su calendario y su geografía.
Oh, sí, lo sabemos: no verá ni engrosado su prestigio, ni su cuenta bancaria, ni su caudal de fama. Tampoco verá si consiguió nuevos seguidores, discípulos, rebaños.
Es más, el único indicio de éxito no lo verá, y será que en muchas partes, en otros calendarios y en geografías diversas, otras, otros, otroas, desafíen todo y discutan, debatan, cuestionen, critiquen, imaginen, creen.
Eso le pedimos. Eso, sólo eso.
Desde la conserjería de la Escuelita, habilitada ahora como “Oficina de protocolo, diseño e impresión de invitaciones para bodas, XV años, divorcios, bautizos, graduaciones frustradas, seminarios y otros”, y colgando unos letreros que dicen “Hoy no se fía, mañana tampoco”, “Salvavidas sobre pedido”, “Lleve su catalejo pirata, bara-bara-todo-legal-mi-buen-qué-pasóóó´”, “En este establecimiento no se discrimina por razón de su miopía”.
El SupGaleano.México, Abril del 2015

miércoles, 13 de noviembre de 2013

El corazón de Josefina

A Josefina le entra la enfermedad por la pierna, dice ella, desde abajo, de la planta del pie y le camina, hasta la nuca y ahí se le queda, como si tuviera un yugo prendido al cuello todo el día, como un peso grande que no la deja en paz. Ya ni siquiera puede ir a comprar las tortillas de diario, las piernas no le responden igual que antes y ni con bordón se haya, dice que necesitaría tener tres manos para caminar con bastón: una para cargar las tortillas, otra para la bolsa de la verdura y la tercera para maniobrar la cosa esa.

Ese mal se le mueve por todo el cuerpo, siente una desesperación en su pecho, se agita y le cuesta trabajo respirar, como si le apachurraran su corazón. Todos pensaron que por sus 84 años se trataba de una deficiencia cardíaca, alguna falla pulmonar, tal vez algo de la neuroquímica del sistema nervioso. Sus hijos, alarmados, porque nada le aliviaba ese mal, llevaron a Josefina con un doctor  y con otro. electrocardiogramas por aquí y por allá, biometrías hemáticas completas y todos los médicos coincidían en lo mismo: está físicamente bien, no tiene ninguna enfermedad, salvo el cansancio de los años. Pero ella seguía con ese dolor en todo su cuerpo que ya no la dejaba vivir.

Lo que ningún doctor sabes es que la dolencia de Josefina, no es del cuerpo, es del alma. Lo que ningún sofisticado aparato médico ni los exámenes clínicos mas rigurosos pudieron detectar es que a Josefina le falta él, Pancho; que se le fue hace poco mas de un año y con quién compartió los últimos 60 años, nada más. Sus hijos, sus nietos, todos, le dicen que así tenía que pasar, que era lo mas probable que ella se quedará sin él porque él era diez años mayor, que debe tranquilizarse y tener resignación, pero el alma de Josefina nunca ha sido una alma quieta, es de esas almas que se encienden y no se apagan fácilmente.

Hace pocos días Bernarda, la hermana de Pancho falleció y Josefina fue el rancho, a despedir a un muerto más, allá le contaron que lo habían visto él, que había venido a visitar a su hermana para acompañarla en su nuevo camino, fuera de está vida. Le dijeron, "Jose, vimos a mi tío, a Pancho, estuvo aquí". Cuando regresó de allá del rancho Josefina no podía evitar estar molesta, sí molesta, enojada, ¿por qué? pues porque Pancho había venido a visitar a su hermana y no pasó ni un ratito a vistiarla a ella que tanto lo extraña, no podía comprender por qué no había ido a verla si ella todos los días lo llama en sus pensamientos. Josefina les contó a sus hijos de este sentir suyo, como acostumbra siempre contar todo, con toda sencillez y franqueza, pero ellos no pudieron entender porqué ella no se da cuenta que Pancho ya no vive ¿cómo va a querer ella que la venga a visitar? y así llevaron a Josefina al psicólogo "como si yo estuviera loca" , dice ella. Josefina le contó a la especialista de los males del alma de su enfermedad, de cómo se le propaga por todo el cuerpo y la devora, todo le contó y al final sólo preguntó ¿usted me va a curar? la psicóloga solo contestó "yo no voy a curarla, usted sola se tiene que controlar". Josefina, salió de esa única sesión con un juicio contundente: "Los psicólogos no sirven pa'nada"

jueves, 31 de octubre de 2013

La noches de octubre

Me gustan las noches de octubre porque son como tú: frescas y cálidas como ningunas otras a lo largo del año; porque me siento comodo en ellas como me siento al abrazarte; porque me hacen soñar como cuando te miro a los ojos; porque me inspiran ideas nuevas, libres, locas, desfachatadas; porque no hay lunas más bellas y más grandes que las de octubre, de esas que alumbran en lo mas oscuro de la noche como tú me alumbras en lo más oscuro de mis noches; porque despiertan en mí una fecunda y creadora inspiración; porque huelen a cempazuchil y a mandarina, porque aunque es otoño floreces e incandeces como las entreñas de la madre tierra. Porque al final de cada octubre nuestra espiral comienza otra vuelta.

martes, 2 de julio de 2013

Homenaje

Más o menos por estas fechas hace un año, el 30 de junio, el hombre más sabio que he conocido se hizo luz y energía, su nombre en esta vida que lo conocí fue Francisco Serrano Cruz, mi abuelo, o mi güelo como le decía cuando yo era un bebe y no podía decir la palabra completa, o mi grande como me enseñó mi abuelita que se les decía a los abuelos de uno allá en el rancho.

Fueron 93 años los que Don Panchito anduvo en esta vida. Sus primeros años los vivió en el rancho, allá en Pedrito. Fue peón de hacienda, aprendió a cultivar la tierra, las labores del campo, a conocer cuando las nubes vienen con agua o si son nomas de las que pasan y donde Don Plutarco le enseñó a leer y a escribir para encargarle el correo que dejaba el tren. Dicen que a además de enseñarle las letras, Don Plutarco apreciaba mucho a mi abuelo y le dejo como herencia una pequeña imagen de papel muy vieja, pero muy milagrosa y venerada, de San Antonio de la Piedrita; como le decía la gente y que luego él mandó poner en un nicho de latón y le colgó todos los milagros que concedió el santo. Era tan milagroso que, cuenta mi abuela, una vez se incendió todo el cuartito donde estaba San Antonio y lo único que no se quemó fue la imagen del santo que mi abuelo sacó de entre todas las cenizas; de ahí le agarro mucha devoción y a su primera hija, Antonia, mi mamá, se la encargó al santo. También fue por aquellas tierras donde Don Panchito conoció a Doña Josefina, mi abuela, ella vivía en San José del Caliche y mi abuelo tenía que recorrer a pie los 12 km de camino que hay entre Pedrito y El Caliche para ir a verla, y además, contaba él, se espinaba el lomo con un huizache para poder hablarle de cerquitas por la ventana. Con el tiempo esos 12 km se convirtieron en 60 años de vida en común, 5 hijos, uno montón de nietos, otro tanto de bisnietos y una tataranieta. Ya con sus 5 hijos, y viendo que la vida en el rancho iba a ser muy difícil para su familia y sobre todo porque sus niños se iban a quedar sin escuela Don Panchito y Doña Jose agarraron sus esperanzas, belices y santos y tomaron el tren  de Pedrito a León. Ahí en la ciudad, Don Panchito cambió el arado para la labranza de la tierra, por el pico y pala para la construcción; él decía en broma que trabajó de “joyero” porque hacía “joyos” en la tierra. Y así trabajando todos los días de su vida, codo a codo con mi abuela siempre, les dio todo lo que él soñó para sus hijos: la oportunidad de que ellos pudieran elegir lo que querían hacer con su vida. Así siguió trabajando porque así estaba impuesto, mientras la artritis y la edad se lo permitieron.

Mi abuelo fue un hombre humilde de pensamiento simples, pero profundos, sin presunciones y, como me lo dijo una vez mi papá, un hombre congruente que siempre hizo lo que pensaba y siempre correspondió lo que decía con lo que hacía; como una rima en poesía decimal perfecta. Para él nada era más importante que su gente, su familia, su sangre como nos decía, le gustaba visitar a todos sus hijos por igual, a los que le quedaban cerca como los que le quedaban lejos y acostumbrado a caminar y la vida del campo no tomaba camión, se iban él y mi abuela caminando juntos por horas hasta la casa de alguno de mis tíos y ahí pasaban el día, luego en otra ocasión visitaba a otro hijo y así se iba. A nosotros, los nietos, siempre nos recibía con una sonrisa y un abrazo, un taco de lo que hubiera en la estufa, agua de limón y muchas historias y consejos. Porque eso sí, a Don Panchito le gustaba mucho la palabra, siempre anduvo su camino por la vía del diálogo, y eso fue lo que  siempre nos quiso enseñar: a hablar sin ofender y entender antes de juzgar. Nunca lo llegué a ver enojado y si había un problema siempre lo trataba de frente, hablando de igual a igual. Su paciencia era tan grande como su corazón; dicen que cuando yo era niño y hacia berrinche de todo entre las amenazas de mi rabieta estaba la de irme a vivir sólo con mi abuelito, porque él era el único que no me gritaba, ni me regañaba. Aunque ya de más grande su mayor consejo de él para mí fue el que yo no perdiera mi fe, mi religiosidad y mi espiritualidad; aunque el siempre profeso el catolicismo a mi parecer su religiosidad fue más allá de la ortodoxia católica y se sincretizaba con creencias muy arraigadas a la tierra, siempre me decía que nunca me creyera mucho, que todo lo  que pudiera llegar a tener lo agradecerá a Dios, al Todo, la Fuerza  a Jah, a nuestra Unión Cósmica o cómo sea que se llamé; pero que siempre fuera humilde y que al despertarme agradeciera por el día que comienza y al acostarme por el día que termina; eso lo entiendo ahora. Cuando me despedía de su casa siempre le gustaba echar la bendición en silencio haciendo la señal de cruz y  al final poniendo su mano en mi cabeza, esa mano rasposa y dura de artritis de tantos años de trabajo duro, pero suave y cálida siempre.

Cuando recién comencé a andar un camino en común con mi compañera de vida y uno de mis tíos le dijo mi abuelito echándome carrilla porque andaba todo enamorado él le dijo que lo que yo tenía no se quitaba con nada, que eso no lo curaba ni el Mono, que así le dicen a un señor que sabe curar de muchas cosas como de espanto y esas enfermedades del alma al que mi abuelo le tenía mucha confianza; creo que a lo que él se refería era a que el vínculo que se forma entre dos personas, cuando es sincero, nada lo puede romper, y es tan divino como la fuerza que lo creó. Así que cuando llevé por primera vez a mi compañera a casa de mi abuelos la recibieron como a todos: con una sonrisa y un abrazo, mi abuelo nos preguntó muchas cosas, entre ellas que si nos queríamos de verdad y le dijimos que sí. Cuando nos dio la bendición, como él sabe darla, nos agarró nuestras manos con una de ellas, toco nuestras cabezas con la otra y nos dijo, “ustedes ya son uno ahora, entiéndanse”; ese momento fue para mí en el que las bendiciones del universo llegaron al futuro de nuestra vida juntos. Dicen que el machismo es como muy característico de los hombres mayores y más si son del campo, porque se tiene el estereotipo del macho ranchero, pero ese no era el caso de mi abuelo, el último consejo que recibí de él, una semana antes de que se detuviera su caminar por esta vida, fue que siempre tratara bien a mi compañera, que “la mujer no es para traerse entre las patas” que nunca le faltará al respeto, ni la ofendiera, y para los dos nos dijo que siempre nos acompañemos el uno al otro, mi tía, hermana de mi mamá estaba también con nosotros escuchando lo que mi abuelo dos decía y le preguntó sonriente a mi abuelo “tú no te peleabas nunca verdad Pancho” y él solo asintió con su cabeza; días después que fuimos a visitar a mi abuela en su nostalgia nos decía que ella extrañaba mucho a mi abuelo, porque él siempre había sido un hombre bueno; en su sencillez de palabras nos contó como nunca en todos sus años juntos la presionó para nada, ni la ofendió, nos dijo “es más, nunca me acarrerio ni para que le sirviera el plato, ni nunca me dijo que no le gusto la comida”. Mi abuelito siempre fue amante de la comida, le gustaba mucho el dulce, las cocadas y el alfajor eran sus dulces favoritos, lo ponía feliz una nieve raspada con vainilla y leche endulzada a su gusto, para desayunar siempre se le antojaba una gordita torteada a mano con nata, o un menudo, aunque ya no era tan común que pudiera comer eso porque para su avanzada edad decían los doctores que no era conveniente, pero yo digo que qué iban a saber ellos si no han tenido 90 años como mi abuelo. La última vez que lo visité él quería que le dieran un menudo, que fuéramos a comprar para desayunar todos, pero el doctor solo le permitía dieta blanda de verduras y la fruta.

Me contó mi mamá que desde antes que enfermará mi abuelo ya había repartido todos su santos; a mí me dejo el San Antonio, me imagino que para que me cuidará y no me dejará caer en la desesperanza; esa fue la herencia. También me contó que en esos días en una de las conversaciones que tuvieron mi abuelo le dijo “Me voy contento, yo ya no le pido nada a la vida”. Mi admiración, respeto y amor para este hombre, mi abuelo, que pudo dejar está vida sin pendientes por cumplir.

martes, 30 de abril de 2013

A comer como hermanitos y a tratarse como individuos.


Pocas veces he tenido conversaciones con mi papá desde que tengo memoria. Nuestro trato es distante y por lo general nuestro intermediario siempre ha sido mi mamá; para saber cómo está él de salud le pregunto a ella y ella le cuenta a él de cómo estoy yo y de las cosas que hago. Esto no es algo nuevo, siempre ha sido así, yo se lo atribuyo a que, aunque tenemos un montón de similitudes, empezando por el apellido, diferimos siempre en la forma de solucionar las cosas, y la  manera de ver la vida. En parte está diferencia de visiones del mundo entre él y yo es por su causa, por la manera en cómo eligieron mis padres educarme, y especial la forma en que él pensó la manera de que sus hijos no pasaran por las dificultades que él vivió y que ahora, en estos momentos de mi vida comienzo a comprender, aunque muchas de las posibles causas ya las sabía pero nunca me habían caído con tanto peso como me cayeron desde un domingo, de hace unos días que fuimos Tania y yo de visita a casa de mis papás.

Después de terminar el desayuno, Tania me recordó que tenía algo que contarle a mi papá y que por olvidadizo no le había dicho, se trataba de una reunión de “Aldanas”, en la Unión de San Antonio, a la cual había sido invitado por un conocido por casualidad y que por coincidencia tenemos el mismo apellido paterno. En conversaciones con este conocido habíamos visto que podríamos tener ascendentes en común por las pocas referencias genealógicas que yo tenía y que ubicaba más o menos por esa zona de la Unión y los límites con Guanajuato. La reacción de mi papá ante tal evento fue inesperada, creo para todos los que estábamos sentados a la mesa; Tania y yo suponíamos que tal vez se interesaría un poco, pero nunca creímos que se emocionaría tanto y ante la pregunta que le hice ¿de dónde son nuestros Aldana? Se convirtieron es unas cuatro horas de conversación y de historias familiares que algunas se remontan por allá de los comienzos de los 1900, cuando llegó Don Juan Aldana, mi bisabuelo, a asentarse a León y que pasó por la historia de la vida de mi papá, mi abuelo, mis tíos, su infancia, juventud, persecuciones policiacas, balaceras, linchamientos religiosos y hasta esas coincidencias románticas de la vida y la relación entre mis papás, de cómo rondaron por lugares en común sin tal vez encontrarse hasta que fueron a coincidir en León cuando la familia de mi mamá llego vivir ahí  y que por poco y no llegan a casarse por la renuencia de mi abuelo materno cuando se enteró del apellido de mi papá y preguntó que "¿de cuáles Aldana es?" , O sea de los que conoció él en el rancho cuando tenía el correo en la estación Pedrito; de carácter atravesado y rápidos para hacerse justicia de propia mano.

Son muchas y muy largas todas las historias que escuchamos ese domingo, entrelazadas en algunos puntos sin querer, en geografías urbanas y parajes rurales, arroyos desbocados y tiempos en la memoria. Espero de alguna manera irlas desenredando y volviendo a tajer para contarlas. Por el momento, me quedo con esa frase que está en el título, dicha por mi papá en recuerdo de unos de sus tíos, y que resume lo que vivimos durante esas horas de conversación, sentados todos a la mesa como hermanitos y entendiéndonos cada uno como individuos, con historias particulares entrelazadas en algún punto, que nos definen a cada uno y que nos unen en colectivo.

PD: Tania, gracias por compartir ese gusto por escuchar historias.

domingo, 10 de enero de 2010

Rumbo a Xichú

Siempre que voy hacia un lugar a donde nunca he ido antes me siento como uno de esos aventureros exploradores del siglo XIX, de los que le mostraban al mundo los demás mundos que parecían estar escodidos. Y no es que yo haga algo de eso en realidad, pero por lo menos en lo personal la sensación es imponente.

En está ocación el viaje, de la mano de Tania mi compañera de la vida, fue hacia Xichú pueblo enclavado ahí adentro en la Sierra Gorda de Guanajuato(Sierra Choncha, para los compas), para asistir al Festival del Huapango Arribeño y la Cultura de la Sierra Gorda

Nunca he sabido en realidad desde cuando comienza un viaje y mucho menos he sabido si en realidad termina cuando se vuelve a los andares comunes o qué transa; pero para mí este viaje en particular comenzó hace muchos años cuando por primera vez escuché y vi tocar a los Leones de la Sierra de Xichú afuera de la Casa de la Cultura de León y conocí el huapango. Desde ese momento empecé a seguirles la pista a estos músicos y su obra, a escuchar huapangos en uno y otro lado; soñando y viajando en la mente en algún día ver a los Leones ahí en la Sierra de Xichú.

Así que cargado de espectativas y ansiedades el 28 de diciembre por la noche pasé a la central de León a recoger a Tania, para luego el 29 por la mañana iniciar el recorrido hasta el corazón de la Sierra Choncha. El camino ya estaba marcado y confirmado por el señor que da información en las taquillas de flecha amarilla, la ruta era: Tomar el camión a las 7:50 am con origen en la cuidad de León y destino a San Luis de la Paz con escalas en Guanajuato, Dolores Hidalgo y un chingo de paradas en rancherías y puntos varios de la carretera para después transbordar en los autobuses de "Transportes de la Sierra Gorda" con destino a Xichú con otro chingo de paradas por toda la sierra y compartiendo el viaje con todas las personas que van a San Luis y regresan a sus lugares en la sierra cargados con todas las cosas del mandado.

El primer camión nos tomó casi 4 horas en el recorrido. Cruzamos toda la ciudad de Guanajuato para después comenzar a subir y subir por curvas hasta la Sierra de Santa Rosa para luego llegar a Dolores y ver el montón de cosas que hacen en talavera hasta por fin llegar a la central camionera de San Luis de la Paz en donde hay más corridas de camiones a ciudades en Estados Unidos que a ciudades dentro de México. Ahí en San Luis tuvimos que esperar un rato en lo que salía el próximo camión a Xichú y la señora que vende los boletos nos ofreció cuidar nuestras mochilas en la taquilla mientras y saliamos a caminar, estirar las piernas y comer algo.

El paisaje al salir de San Luis de la Paz está lleno de hiuzaches, nopales y cactus espinosos, el suelo es árido y pedregoso y al ir avanzando en el camino se comienzan a ver unos cerros raros, como salidos de repente de la tierra que resaltan a la vista ya acostumbrada a sentir los llanos secos. Cuando comienzan las curvas y el camino nos conduce a esos cerros las rocas se ven amontonadas unas sobre otras con salientes filosas y marcas de colores de tiempos pasados. Así continúa el paisaje entre piedras caprichosas y formas irregulares hasta que de la nada comienzan a aparecer pinos y encinos de tamaño pequeño y en menos de lo que el cerebro tarda en acostumbrase al cambio del paisaje nos vemos rodeados de un bosque tupido e imponente lleno de árboles centenarios hasta donde alcanza la mirada.

Y justo cuando mis sentidos creían que nada más los podría asombrar, entre las curvas del camino que sigue subiendo y subiendo por los cerros de la Sierra Gorda y por los pequeños espacios que van dejando los árboles a los lados del camino mis ojos ven algo a la distancia, como un lago con la superficie entre blanca azul y gris. Mi cerebro lento y acostumbrado a estar tan a nivel del piso tardó en darse cuenta que lo que veía no era un lago sino las nubes entre las cumbres de los cerros. Sentí como si hubiera alcanzado el principio del cielo, pensé en las personas que viven en esos lugares, en cómo verían ellos el mundo viviendo tan cerca del cielo y entre estás preguntas mis oídos alcanzaron a escuchar al conductor del camión decirle a su compañero: "no mames, siempre que voy pasando por aquí y veo el paisaje me dan ganas de aventarme a ver si puedo volar".

Después el camino empieza a bajar y bajar, como durante media hora todo va entre curvas y de bajada hasta llegar a dónde justo los cerros dan chance para poder poner un pueblo y ahí ya es Xichú.



miércoles, 9 de septiembre de 2009

Ya sé que es la antropología

La antropología es un oficio. Hoy lo descubrí en clase, bueno en realidad no lo descubrí y la idea de hecho tampoco es mía, la idea original es del historiador Luis González y González que cuando le preguntaban si la historia es una ciencia contestaba que la historia es un oficio, que no hay que preocuparse si es ciencia o no, simplemente es un oficio que sirve para algo al igual que todos los demás. Por eso ahora yo pienso que la antropología es un oficio tal cual que la carpintería o la herreria, si es ciencia o no bueno eso es lo de menos, lo importante es resolver cosas con ella