martes, 30 de abril de 2013

A comer como hermanitos y a tratarse como individuos.


Pocas veces he tenido conversaciones con mi papá desde que tengo memoria. Nuestro trato es distante y por lo general nuestro intermediario siempre ha sido mi mamá; para saber cómo está él de salud le pregunto a ella y ella le cuenta a él de cómo estoy yo y de las cosas que hago. Esto no es algo nuevo, siempre ha sido así, yo se lo atribuyo a que, aunque tenemos un montón de similitudes, empezando por el apellido, diferimos siempre en la forma de solucionar las cosas, y la  manera de ver la vida. En parte está diferencia de visiones del mundo entre él y yo es por su causa, por la manera en cómo eligieron mis padres educarme, y especial la forma en que él pensó la manera de que sus hijos no pasaran por las dificultades que él vivió y que ahora, en estos momentos de mi vida comienzo a comprender, aunque muchas de las posibles causas ya las sabía pero nunca me habían caído con tanto peso como me cayeron desde un domingo, de hace unos días que fuimos Tania y yo de visita a casa de mis papás.

Después de terminar el desayuno, Tania me recordó que tenía algo que contarle a mi papá y que por olvidadizo no le había dicho, se trataba de una reunión de “Aldanas”, en la Unión de San Antonio, a la cual había sido invitado por un conocido por casualidad y que por coincidencia tenemos el mismo apellido paterno. En conversaciones con este conocido habíamos visto que podríamos tener ascendentes en común por las pocas referencias genealógicas que yo tenía y que ubicaba más o menos por esa zona de la Unión y los límites con Guanajuato. La reacción de mi papá ante tal evento fue inesperada, creo para todos los que estábamos sentados a la mesa; Tania y yo suponíamos que tal vez se interesaría un poco, pero nunca creímos que se emocionaría tanto y ante la pregunta que le hice ¿de dónde son nuestros Aldana? Se convirtieron es unas cuatro horas de conversación y de historias familiares que algunas se remontan por allá de los comienzos de los 1900, cuando llegó Don Juan Aldana, mi bisabuelo, a asentarse a León y que pasó por la historia de la vida de mi papá, mi abuelo, mis tíos, su infancia, juventud, persecuciones policiacas, balaceras, linchamientos religiosos y hasta esas coincidencias románticas de la vida y la relación entre mis papás, de cómo rondaron por lugares en común sin tal vez encontrarse hasta que fueron a coincidir en León cuando la familia de mi mamá llego vivir ahí  y que por poco y no llegan a casarse por la renuencia de mi abuelo materno cuando se enteró del apellido de mi papá y preguntó que "¿de cuáles Aldana es?" , O sea de los que conoció él en el rancho cuando tenía el correo en la estación Pedrito; de carácter atravesado y rápidos para hacerse justicia de propia mano.

Son muchas y muy largas todas las historias que escuchamos ese domingo, entrelazadas en algunos puntos sin querer, en geografías urbanas y parajes rurales, arroyos desbocados y tiempos en la memoria. Espero de alguna manera irlas desenredando y volviendo a tajer para contarlas. Por el momento, me quedo con esa frase que está en el título, dicha por mi papá en recuerdo de unos de sus tíos, y que resume lo que vivimos durante esas horas de conversación, sentados todos a la mesa como hermanitos y entendiéndonos cada uno como individuos, con historias particulares entrelazadas en algún punto, que nos definen a cada uno y que nos unen en colectivo.

PD: Tania, gracias por compartir ese gusto por escuchar historias.